Las mejores frases | La ladrona de libros (The Book Thief), de Markus Zuzak


  • Primero los colores.

    Luego los humanos.



  • El mundo se estaba hundiendo bajo el peso de la nieve.

  • A veces llego demasiado pronto, me adelanto.

    Y hay gente que se aferra a la vida más de lo esperado.


  • El horizonte empezaba a dibujarse al carboncillo.

  • Jugando allí a la rayuela, en esa calle que parecía una página con manchas de aceite.

  • Seguramente las bombas, arrojadas por humanos escondidos entre las nubes, tuvieron algo que ver.

  • La última vez.

    Ese cielo rojo...

  • Viajé por todo el mundo como siempre, acompañando las almas hasta la cinta transportadora de la eternidad.

  • El viaje continuó como si «todo» hubiera pasado.

  • Las lágrimas acudieron en tropel a sus ojos tropezando unas con otras,

  • el primero lo robó a la nieve y el segundo a las llamas,

  • otro le fue entregado por un amable atardecer vestido de amarillo.

  • Los libros y las palabras no solo comenzaron a tener algún significado, sino que lo significaban todo.

  • «Imbécil», y no distingue entre el femenino y el masculino. Uno simplemente lo es.

  • —daba la impresión de que tenía las palabras en la mano, bien apelmazadas, para lanzarlas al otro lado de la mesa—,

  • la cama destinada a su hermano flotaba en la oscuridad como una barca.

  • No irse: acto de confianza y amor, a menudo descifrado por los niños.

  • Parecía que alguien hubiera vertido un líquido en el cielo —frío y
    espeso, resbaladizo y gris—, pero de vez en cuando algunas estrellas
    tenían el valor de alzarse y flotar,

  • Todo el mundo sabe que una bola de nieve en la cara es el comienzo perfecto de una amistad duradera.

  • ¿HAY ALGO PEOR QUE UN CHICO QUE TE ODIE?

    Un chico que te quiera.


  • Si gano, te doy un beso.

  • El cielo estaba muy oscuro y nublado, aderezado con las pequeñas astillas de lluvia que comenzaban a caer.

  • —Algún día te morirás por besarme —le dijo.

  • La luna estaba zurcida al cielo, con puntadas de nube alrededor.

  • Las palabras, pronunciadas con un suave susurro, resbalaron de la cama y se esparcieron por el suelo como si fueran polvo.

  • —Con una sonrisa así, no necesitas ojos — respondió.

  • En la oscuridad, Liesel tenía los ojos abiertos. Contemplaba las palabras.

  • Las palabras estaban de camino, y cuando llegaron, Liesel las
    sujetó entre las manos como si fueran nubes y las escurrió como si
    estuvieran empapadas de lluvia.


  • Cómo no va a gustarle a alguien un hombre que no solo se fija en los colores, sino que además los comenta.

  • Palabras en llamas arrancadas de sus frases.

  • Una ráfaga espiraba de la casa, el aliento imaginario de un cadáver.

  • Un silencio que se extendía como una goma elástica que ansiaba romperse.

  • Consiguió colar las palabras por el resquicio que había entre el alcalde y el marco.

  • La estaba llamando Saumensch. A los once años, creo que es lo más parecido al amor que podían experimentar.

  • Traducido, podríamos comentar que tuvo que forcejear con dos palabras gigantes
    DOS PALABRAS GIGANTESCAS
    «LO SIENTO»


  • En la Alemania nazi.

    Qué apropiado que descubriera el poder de las palabras.


  • Es un gran libro, el mejor libro que hayas leído jamás.

  • —Podría ser peor. —Miró a los ojos judíos de su amigo—. Podría ser tú.

  • Una pizca de bondad, una pizca de maldad y sólo falta añadirle agua.

  • A lo largo de los años he visto a muchos jóvenes que creen correr al encuentro de otros jóvenes.

    No es así.

    Corren a mi encuentro.


  • El horizonte tenía el color de la leche.

  • vio cómo moría el hombre, cómo tomaba el desvío seguro de la vida a la muerte.

  • —Cuando la muerte venga a por mí, sentirá mi puño en su cara —juró el chico.

  • Incluso a los enemigos apenas los separaba un paso de la amistad.

  • En 1938 era difícil imaginar que la vida pudiera empeorar.

    Y entonces llegó el 9 de noviembre. Kristallnacht. La Noche de los Cristales Rotos.

  • Su cuerpo se arrugaba y se hacía una pelota, como una página llena de tachones arrojada a la papelera.

  • Cuando se detuvo, la sombra se cernió sobre él, vigilante. Siempre había alguien vigilando.

  • El sol se ponía detrás de una cosecha de sábanas viejas.

  • —Es el mejor libro que he leído en mi vida. —Miró a Hans y de nuevo a la niña—. Me salvó la vida.

  • Un tren nocturno llegando a su hora a la estación, tirando de los
    recuerdos que lleva atados a una cuerda, tras mucho arrastrar y
    traquetear torpemente.

  • No sé por qué, de niño me gustaban las peleas. Perdía casi siempre.

  • A cambio, ella me explicó de qué estaban hechos sus sueños.

  • En la profunda oscuridad de mi corazón de siniestros latidos, lo sé. Le habría gustado, sin duda.

  • Hasta la muerte tiene corazón.

  • Era lunes y paseaban por una cuerda floja hacia el sol.

  • La mano del tiempo, la cual no dudaba en estrujarlo. Le sonreía, lo
    retorcía y lo dejaba vivir. Qué gran maldad puede encubrir la
    prolongación de una vida.

  • —Las palabras eran visibles; se desprendían de su boca como si fueran piedras preciosas—.

  • Un siniestro charco de barro le sonrió desde el suelo.

  • Qué lástima que los libros no puedan comerse.

  • —Adiós, Saumensch. —Rió—. Adiós, ladrona de libros.

  • Debió de haberla querido con todo su corazón. Tanto, que nunca más volvería a pedírselo y se iría a la tumba sin él.

  • ¿Quieres saber qué aspecto tengo en realidad? Te ayudaré. Ve a buscar un espejo mientras sigo.

  • La mejor Navidad de todos los tiempos. Poco de comer. Nada de regalos. Pero había un muñeco de nieve en el sótano.

  • ¿Cómo le regalas a alguien un pedazo de cielo?

  • Apenas se veía gente en la calle y las gotas de lluvia parecían virutas de un lápiz gris.

  • Le daba a Max El repartidor de sueños como si las palabras pudieran alimentarlo.

  • Una frase se le cayó de los labios.

  • Se acercaban las bombas... y yo con ellas.

  • Cuando terminé, el cielo estaba amarillento, como un periódico en llamas.

  • Con los años muchas palabras se han desvaído y el papel está medio
    deshecho por los roces de llevarlo en el bolsillo, pero aun así hay
    frases que no he conseguido olvidar.


  • Sentir tanto amor sin saberlo y a confundirlo con las risas y el pan untado con poco más que el aroma de la mermelada.

  • La alegría le mostraría el camino al sufrimiento.

  • Las sombras de las nubes estaban sepultadas bajo la oscura hierba.

  • ¿Se puede robar la felicidad? ¿O es sólo otro infernal truco humano?

  • —¿Qué aspecto tenía? —preguntó Hans.

    Max levantó la cabeza con gran pesar y estupefacción.

    —Había estrellas —contestó—. Me quemaron los ojos.

  • Dos semanas para cambiar el mundo y catorce días para destruirlo.

  • Lo único que pasó fue que había un cielo oceánico con nubes vestidas de blanco.

  • Vieron acercarse a los judíos como un torrente de colores.

  • las palabras rompían como olas contra su espalda.

  • Apagaba la luz y veían caer las fichas de dominó bajo el resplandor de la vela.

  • Seguro que si hubiera un libro al final del camino seguirías andando.

  • Un corazón de trece años no debería sentirse así.

  • Sólo estaba la luz de la luna, como si fuera un largo cabello prendido en la cortina,

  • Hans tenía los pulmones llenos de cielo.

  • La lágrima estaba hecha de amistad —una sola palabra— y al secarse se convirtió en una semilla.

  • Las nubes pasaron de largo como monstruos blancos de corazones grises.

  • A veces me mata ver cómo muere la gente.

  • Las lágrimas le corrían por las mejillas como si fueran alambres.

  • Tres lenguas se entrelazaban: el ruso, las balas y el alemán.

  • Robar es lo que hace el ejército llevándose a tu padre y al mío.

  • «Creo que se me da mejor dejar cosas atrás que robarlas.»

  • No lo sé, pero ella me reconoció, me miró a la cara y no apartó la vista.

  • Veo su fealdad y su belleza y me pregunto cómo ambas pueden ser lo mismo.

  • Sin embargo, tienen algo que les envidio: al menos los humanos tienen el buen juicio de morir.

  • Nevarían abrasadores copos de nieve.

  • Otro péndulo humano. Otro reloj, parado.

  • Se mató por querer vivir.

  • el problema es que esa clase de gente se guarda las palabras más importantes para después,

  • Puede que creas que no te quiero por lo que te he hecho, pero te quiero.

  • Allí, en algún lugar dentro de ella, estaban las almas de las palabras. Salieron trepando hacia fuera y se colocaron a su lado.

  • La gente, los judíos y las nubes, todos se detuvieron. A mirar.

  • Esa tarde entre los árboles era alguien que repartía pan y ositos de peluche.

  • Se estaba despidiendo y ni siquiera lo sabía.

  • había imaginado la solitaria espera de un tren que la llevaría de vuelta al olvido.

  • Las palabras. ¿Por qué tenían que existir? Sin ellas nada hubiera pasado.

  • Adoro y detesto este lugar porque lo habitan las palabras.

  • «Cómo pesan las palabras»

  • «He odiado las palabras y las he amado, y espero haber estado a su altura.»

  • ¿Dónde estaba esa persona que consolarle de que le robaran la vida?

  • vi un niño tumbado en la cama imaginando el sabor que tendría un beso de su extraordinaria vecina.

  • Este chico puede conmigo. Es lo único malo que tiene. Me rompe el corazón. Me hace llorar.

  • Las bellas cenizas no dejaban de llover de un cielo rojo.

  • Se inclinó sobre el rostro sin vida y besó en los labios con delicadeza a su mejor amigo,

  • Me maravilla lo que los humanos son capaces de hacer aunque estén
    llorando a lágrima viva, que sigan adelante, tambaleantes, tosiendo,
    rebuscando y hallando.


  • lo recogieron sin echarle siquiera un vistazo y lo arrojaron al camión
    de la basura. Me subí de un salto y lo rescaté antes de que el camión
    arrancara.

  • Sobre su rostro asomaron lágrimas de madera y una sonrisa de roble.

  • cómo un mismo hecho puede ser espléndido y terrible a la vez, y una misma palabra, dura y sublime.

  • Los humanos me acechan.
Artículo Anterior Artículo Siguiente