- Se puso de pie en el jardín en el que había estado trabajando y miró a lo lejos.
- Él la escuchaba y absorbía sus palabras, como si fueran agua.
- Algunos vientos se limitan a suspirar hacia el cielo.
- «Pues el eco es el alma de la voz que se excita en las oquedades.»
- Quienes lloran consumen más energía con ese acto que con ningún otro.
- Tienes que protegerte de la tristeza. La tristeza está muy próxima al odio.
- El contrato solo era válido hasta la muerte.
- Se quedaría ella sola con el hombre quemado, al que llamaban «el paciente inglés», porque, dada la fragilidad de sus miembros, no era aconsejable —ahora le resultaba claro— trasladarlo.
- No cesaban de llegar soldados con el cuerpo hecho trizas, se enamoraban de mí durante una hora y morían.
- La novela es un espejo que se pasea por un camino.
- Aquella noche me enamoré de una voz, solo una voz. No quería oír nada más.
- El eco de una historia de la infancia, una cicatriz, una forma de besar.
- Un hombre en un desierto puede recoger la ausencia en las manos juntas en forma de cuenco, porque sabe que lo sostiene más que el agua.
- Habría detestado morir sin un nombre.
- Estaba exhausto, no por el desierto, sino por la soledad.
- «Si te encuentras en un cuarto con un problema, no le hables.»
- La veía a ella en horas y lugares diferentes, que variaban su voz y su naturaleza, su belleza incluso, como la fuerza subyacente del mar acuna o gobierna el sino de los botes salvavidas.
- Esta es la historia de cómo me enamoré de una mujer que me leyó determinada historia de Heródoto.
- Siempre había querido palabras, le encantaban, se había criado con ellas. Las palabras le daban claridad, le aportaban razón y forma. En cambio, yo pensaba que las palabras deformaban los sentimientos, como ocurre con los bastones, al introducirlos en el agua.
- “La muerte significa estar en tercera persona.”
- Lo único que yo deseaba era caminar por una tierra sin mapas.
- El templo es un abrigo en la corriente de la vida, accesible a todos. Es la nave que cruzó el océano de la ignorancia.
- «El amor es tan pequeño, que puede pasar por el ojo de una aguja.»
- La mano izquierda de Kirpal bajó rauda y atrapó el tenedor que caía a un centímetro del suelo y volvió a colocarlo con ternura entre los dedos de su hija, al tiempo que se le dibujaban unas arruguitas en las comisuras de los ojos, tras las gafas.