Las mejores frases | El color de la magia (The Colour of Magic), de Terry Pratchett (Mundodisco 1)


  • En un lejano juego de dimensiones de segunda mano, en un plano astral ligeramente combado, las ondulantes nieblas estelares fluctúan y se separan.
  • Con unos ojos del tamaño de mares, encostrados de lágrimas reumáticas y polvo de asteroides, Él contempla fijamente el Destino.
  • Los cuatro elefantes gigantes sobre cuyos lomos y amplios hombros bronceados por las estrellas descansa el disco del mundo.
  • Las llamas se tornaban azules y verdes, salpicadas incluso con chispas del octavo color, el octarino.
  • Una columna negra esculpida por el viento, que se podía divisar desde todo el Mundodisco.
  • No te preocupes; cuando lo supere, tendré tiempo de asustarme convenientemente de ti.
  • Casi pudo oír las letras encajando una a una en su sitio.
  • —¿Cómo puede un libro contar a un hombre lo que debe decir?
  • La Universidad Invisible, cuyo campus trascendía el espacio y el tiempo, y nunca estaba exactamente Aquí o Allá.
  • Es el libro, ¿sabéis? Le cuenta lo que tiene que decir. Magia.
  • «Y después me buscaré un trabajo de malabarista en el infierno, para hacer equilibrios con bolas de nieve»
  • La codicia le movía con tanta suavidad como si se transportase sobre ruedecitas. El baúl estaba abierto.
  • En alguna parte, tenía que haber algo mejor que la magia. Y a menudo sufría decepciones.
  • ¡Cada vez que me muevo, esta maldita caja me enseña las bisagras!
  • Imaginó cómo se sentiría un zorro enfrentado a un rebaño de ovejas furiosas. Unas ovejas que, además, podían contratar a lobos.
  • Aquellos que son sensibles a la radiación del octarino —el octavo color, el Pigmento de la Imaginación— pueden ver cosas que resultan invisibles para los demás.
  • Tenía que ser la Muerte. Nadie más iría por ahí con las cuencas de los ojos vacías, claro. Y la guadaña que llevaba al hombro era otra pista.
  • Noche cambió por efectivo sus fichas, suplicando una cita con Destino.
  • Dosflores era un turista, el primero del Mundodisco. Según decidió Rincewind, turista significaba «imbécil».
  • Se suponía que las dríadas habían muerto junto con los gnomos y las hadas.
  • Parecía la astilla de un grito atrapada en un largo espacio de tiempo.
  • Una voz que era como un cuchillo cortando seda.
  • —Bajo un manzano, encuentras manzanas —dijo—. Bajo un altar, encuentras tesoros.
  • El aire crepitaba, brillaba y susurraba. Brisas intangibles ciñeron la túnica del mago, la agitaron y le arrancaron remolinos de chispas azules y verdes.
  • Lo que más les gusta a los héroes son ellos mismos.
  • Es temido y odiado pese a ser el único amigo del pobre y el mejor médico para el mortalmente herido.
  • La magia nunca muere, solo desaparece.
  • Entre las nieblas del dolor y el miedo, miró de nuevo al dragón.
  • Cerrar los ojos no servía de gran cosa, porque así dejaba rienda suelta a la imaginación.
  • —Tú mismo eres tu peor enemigo, Rincewind —señaló filosóficamente la espada.
  • ¿Dónde..—se detuvieron frente a otra puerta— está mi… —abrieron la puerta— equipaje?
  • En la oscuridad insondable, daba la impresión de ser descomunal. Sintió que el aire se movía.
  • —¿Quieres decir que apareciste porque pensé en ti?
    «Sí.»
    —¿Fue cosa de magia?
    «Sí.»
    —¡Pero si me he pasado toda la vida pensando en dragones!
  • Era el octarino, el color de la magia. Estaba vivo, brillante y vibrante. Y era, sin discusiones, el pigmento de la imaginación.
  • Una rana transformada en rana por arte de magia. No me lo puedo creer.
  • Toda la Creación estaba esperando que Rincewind cayera.
    Y lo hizo.
    No parecía tener otra alternativa.
Artículo Anterior Artículo Siguiente