Las mejores frases | Crepúsculo, de Stephenie Meyer (Saga Crepúsculo 1)


  • Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir, aunque me habían sobrado los motivos en los últimos meses.
  • Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión.
  • Mi madre me llevó al aeropuerto con las ventanillas del coche bajadas.
  • Aquella noche no dormí bien, ni siquiera cuando dejé de llorar.
  • Nadie me va a morder. Al final, suspiré y salí del coche.
  • Cuando me tocó, la mano me ardió igual que si entre nosotros pasara una corriente eléctrica.
  • Quiero saber por qué miento por ti.
  • Interesante… y brillante, misterioso, perfecto…, y guapo, y posiblemente capaz de levantar una furgoneta con una sola mano.
  • Decidí que, ya puesto a ir al infierno, lo podía hacer del todo.
  • —¿Qué pasaría si no fuera un superhéroe? ¿Y si fuera el chico malo?
  • ¿Qué haría si Edward fuera… un vampiro?
  • Pero no podía pensar en ello, no aquí, sola en la penumbra del bosque, no mientras la lluvia lo hiciera tan sombrío como el crepúsculo debajo del dosel de ramas y disperso como huellas en un suelo enmarañado de tierra.
  • Me percaté de que había dibujado cinco pares de ojos negros que me miraban fijamente desde el folio.
  • Prefiero saber qué piensas, incluso cuando lo que pienses sea una locura.
  • Primera, Edward era un vampiro. Segunda, una parte de él, y no sabía lo potente que podía ser esa parte, tenía sed de mi sangre. Y tercera, estaba incondicional e irrevocablemente enamorada de él.
  • —Siento curiosidad —comenté mientras elegía una manzana y la hacía girar entre las manos—.
  • —De todas las cosas por las que te tendría que asustar, a ti te preocupa mi conducción.
  • Necesitas una saludable dosis de miedo. Nada te podría sentar mejor.
  • —Te mira como si… —me ignoró y prosiguió—: Te mira como si fueras algo comestible.
  • —Es la hora del crepúsculo —murmuró Edward al mirar el horizonte de poniente, oscurecido como estaba por las nubes.
  • —Me gusta la noche. Jamás veríamos las estrellas sin la oscuridad —fruncí el entrecejo—.
  • Una sigilosa llamada de nudillos provocó un sordo golpeteo de mi corazón contra las costillas.
  • —¿Tienes intención de salir de Forks antes del anochecer?
  • ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada.
  • —Lo sé. Supongo que podría intentar no desearlo, pero dudo que funcionara.
  • —Y de ese modo el león se enamoró de la oveja… —murmuró. Desvié la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecía al oírle pronunciar la palabra.
    —¡Qué oveja tan estúpida! —musité.
    —¡Qué león tan morboso y masoquista!
  • —¿Te vas a convertir en murciélago? —pregunté con recelo.
  • Entonces sus fríos labios de mármol presionaron muy suavemente los míos.
  • —Quiero estar contigo.
  • Era más fácil decirlo en la oscuridad.
  • —No te acomplejes —me susurró al oído—. Si pudiera soñar, sería contigo. Y no me avergonzaría de ello.
  • ¿Cómo va el corazón?
    —Dímelo tú… Estoy segura de que lo escuchas mejor que yo.
  • Dudaba que hubiera libros de etiqueta en los que se detallara cómo vestirte cuando tu novio vampiro te lleva a su casa para que conozcas a su familia vampiro.
  • —Te quiero —dijo—. Es una excusa muy pobre para todo lo que te hago pasar.
  • —Bella, todo va a salir bien.
    —No irá bien si no estamos juntos —susurré.
  • La mirada apagada de los ojos de Edward después de besarme por última vez…
  • Me fui a la cama, solo por hacer algo, al morir la tarde.
  • La inmortalidad debe de ayudar mucho a ejercitar la paciencia.
  • Doblé la carta con cuidado y sellé el sobre. Ojalá que lo encontrara.
  • Y también sellé cuidadosamente mi corazón.
  • —No puedo ser siempre Lois Lane —insistí—. Yo también quiero ser Superman.
  • Me niego a condenarte a una noche eterna.
  • —Entonces, es para siempre, ya lo sabes.
    —Vamos, déjalo ya. Solo es un enamoramiento de adolescente.
  • Y entonces, la noche se me echó encima.
  • —El crepúsculo, otra vez —murmuró—. Otro final. No importa lo perfecto que sea el día, siempre ha de acabar.
  • Y se inclinó para presionar una vez más sus labios fríos contra mi garganta.
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