- Hacía por lo menos un año que algunas neuronas de su cabeza, no lejos de los oídos, comenzaron a ahogarse y terminaron muriendo tan silenciosamente que no pudo oírlas.
- Alice estaba sentada a la pequeña mesa de su dormitorio, distraída por los ruidos que provocaba John recorriendo las habitaciones de la planta baja.
- Rebuscaba por los rincones de su mente en busca de la palabra y las razones de que la hubiera perdido.
- Todo el mundo está estresado. Todo el mundo está cansado. «Todo el mundo olvida cosas.»
- Ella se sintió avergonzada como una niña. Y las palabras «en el futuro» vaciaron su mente de todo pensamiento, atrayendo obsesivamente su atención, como la gotera de un grifo.
- ¿Dónde se había ido el tiempo?
- —Nunca interpretas un día normal tal como sueles actuar en la vida real.
- ¿Qué necesita mi personaje para sobrevivir y qué le pasará si no lo consigue?
- Cuando corría le parecía estar persiguiendo físicamente las respuestas a una interminable corriente de elusivas preguntas.
- Sí, sabía exactamente dónde se encontraba, pero nunca se había sentido más perdida en su vida.
- No soporto la idea de que algún día te miraré, miraré ese rostro que tanto amo, y no sabré quién eres.
- Recordó cuando, con seis o siete años, había llorado amargamente por el destino de las mariposas tras descubrir que su vida apenas duraba unos días. Su madre la consoló y le dijo que el hecho de que sus vidas fueran cortas no significaba que fueran trágicas. Al verlas volar entre las margaritas, bajo el cálido sol, su madre le había dicho:
—¿Lo ves? Tienen una vida corta, pero maravillosa.
- Me preocupa dormirme y despertar a la mañana siguiente sin saber quién soy, dónde estoy o qué hago allí.
- —¿Puede deletrear la palabra «mundo» al revés?
- —Escríbame aquí una frase.
No puedo creer que algún día no sea capaz de acordarme de esto.
- —¿Por qué tengo que enterarme de esta forma, Ali?
—No lo sé. ¿Por qué olvidé contártelo?
- —No sé dónde estoy.
—No importa. Estás conmigo.
- Sé que solo es cuestión de tiempo antes de que ese tipo de cosas vuelvan a ocurrir, y que el tiempo entre un periodo y otro se hace cada vez más corto. Incluso cuando me siento completamente normal, sé que no lo estoy, que los malos momentos no han terminado, que es solo una tregua. No puedo confiar en mí misma.
- Quería decirle muchas más cosas sobre lo que él significaba para ella, pero no pudo encontrar las palabras.
- Asintieron y rieron, y lloraron al narrar historias similares de llaves perdidas, pensamientos interrumpidos y sueños vitales perdidos.
- —Eres tan hermosa —dijo—. Tengo miedo de mirarte un día y no saber quién eres.
—Creo que, aunque no supieras quién soy, seguirías sabiendo que te quiero.
- ¿Dónde reside mi amor por ti, en mi cabeza o en mi corazón?
- El amor que sentía por su hija estaba a salvo de su caos mental porque residía en su corazón.
- —Por si acaso me olvido, quiero que sepas que te quiero.
- Puede que ya no sea capaz de recuperar todo lo que he perdido, pero sí de retener lo que todavía tengo.
- “Mis ayeres están desapareciendo y mis mañanas son inciertos, así que ¿para qué seguir viviendo?”, podríamos preguntarnos. Yo vivo día a día. Vivo momento a momento. En algún mañana me olvidaré de que hoy he estado aquí, ante vosotros, y que he dado este discurso. Pero, solo porque en algún mañana me olvide, no significa que no haya vivido cada segundo de este día. Olvidaré este hoy, pero eso no significa que este hoy no importe.
- No recuerdo muy bien esos días, ¿sabes? Pero me alegra saber que tú los recordarás por mí.
- Pero, tras poco más de un año, la función cognitiva de los pacientes, incluso de aquellos que tomaron las dosis más altas de Amylex, no ha mostrado ninguna mejoría o estabilización en las pruebas de actividades de la vida cotidiana, según la escala de cálculo de la enfermedad de Alzheimer, y dichos pacientes han seguido declinando a un ritmo altamente significativo.
- —¿Lo he hecho bien? —preguntó Alice.
—Sí, mamá. Lo has hecho muy bien.