- Durante toda una semana el señor R. Childan había examinado ansiosamente el correo, esperando encontrar el valioso envío de los Estados de las Montañas Rocosas.
- La nueva generación que no recordaba los días anteriores a la guerra, ni siquiera la guerra misma, era la esperanza del mundo.
- No habría gobernados y gobernantes. Solo gente.
- La frontera era ahora los planetas.
- El hombre tenía algo especial, pensó Juliana. Respiraba… muerte. La perturbaba, y, sin embargo, se sentía atraída.
- Lo abstracto era para ellos lo real, y lo real era para ellos invisible.
- Veían a través del aquí y ahora el vasto abismo negro, lo inmutable. Y eso era fatal para la vida, pues eventualmente la vida desaparece.
- El hombre no se ha comido a Dios. Dios se ha comido al hombre.
- Todas las partículas están conectadas entre sí. No puedes estornudar sin alterar el equilibrio del universo.
- Hay muchos libros vivos. No de un modo metafórico. Los anima el espíritu, ¿no cree usted?
- Somos topos ciegos, que se arrastran y se meten en el suelo, percibiendo el mundo con nuestros hocicos. No sabemos nada. Lo comprendí de pronto… Y ahora no sé adónde ir. No hice otra cosa que chillar de miedo y escaparme.
- ¿Quién eres, Robert? ¿Aquel a quien el oráculo llama «el hombre inferior», o ese otro a quien están destinados todos los buenos consejos?
- Habían sido derrotados, y la derrota era así, tan tenue, tan delicada que uno apenas se daba cuenta.
- La vida es corta pensó. El arte, o algo que no podía llamarse vida, era largo, y se extendía interminablemente, como un gusano de cemento.
- Visitar cosas incapaces de pensar y, sin embargo, felices.
- No quería entrar en el ascensor porque el cable lo manejaba Jesucristo y nunca dejaríamos de subir.
- —La verdad, pensó, es tan terrible como la muerte, pero más difícil de encontrar.
- Mientras caminaba observaba los extremos de la calle en busca de un coche que se moviera brillante y rápido y la llevara de vuelta al motel.