- Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo: «Madre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame». Nada quiere decir. Tal vez fue ayer.
- Las líneas de cipreses que subían a las colinas cerca del cielo, esta tierra rojiza y verde, las casas extrañas y bien dibujadas, me hicieron comprender a mamá.
- Gruesas lágrimas de nerviosismo y dolor corrían por sus mejillas, pero las arrugas las retenían, se estancaban, se reunían y formaban un barniz de agua en aquel rostro destruido.
- Su verdadera enfermedad era la vejez, y la vejez no se puede curar.
- Hacía ya dos horas que el día no avanzaba, dos horas que había anclado en un océano de metal hirviente.
- Nunca vi un alma tan endurecida como la suya.
- La cárcel estaba en la cima de la ciudad y, por un ventanuco, podía ver el mar.
- Comprendí entonces que un hombre que no hubiese vivido más que un solo día podría, sin dificultad, vivir cien años en una prisión. Tendría suficientes recuerdos para no aburrirse.
- Solo las palabras ayer o mañana tenían, para mí, sentido.
- Incluso en un banquillo de acusado es interesante oír hablar de uno mismo.
- Ni uno solo de los principios morales que custodian el corazón de los hombres, me era accesible.
- El vacío del corazón tal y como se descubre en este hombre se convierte en un abismo donde la sociedad podría sucumbir.
- No estaba tal vez seguro de lo que me interesaba realmente, pero estaba absolutamente seguro de lo que no me interesaba.
- «Una vida en que pudiera acordarme de esta»
- Como si esa gran cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, ante esta noche cargada de signos y de estrellas me abría por vez primera a la tierna indiferencia del mundo.
- Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi ejecución la presencia de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio.