- La primera vez que caí en la cuenta de que yo podría ser un personaje de ficción, asistía de lunes a viernes a un centro público del norte de Indianápolis llamado White River High School.
- Empezaba a descubrir que tu vida es una historia que cuentan sobre ti, no una historia que cuentas tú.
- Si la mitad de las células que tienes dentro no son tú, ¿no pone eso en cuestión la idea de yo como pronombre singular, por no decir como autor de mi destino?
- El problema de una espiral es que, si la recorres, en realidad nunca acaba. Se estrecha infinitamente.
- No hablábamos mucho, ni siquiera nos mirábamos mucho, pero no importaba, porque contemplábamos juntos el mismo cielo.
- Cualquiera puede mirarte. Pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú.
- Y al final, el imperfecto sistema de audio de Harold resultó ser la última nota de la melodía de coincidencias que cambió mi vida.
- El verdadero terror no es asustarse; es no tener elección.
- —¿Puedes decir algo más que sí?
—Sí —dije, y sonreí un poco.
- Algún día ganarás el Premio Nobel de Pedantería, y estaré muy orgullosa de ti.
- Preocuparse es la forma correcta de ver la vida. La vida es preocupante.
- El cielo es un sustantivo singular, como si fuera una sola cosa. Pero el cielo no es una sola cosa. El cielo es todo. Y anoche, bastó por sí solo.
- La belleza era básicamente un tema de atención. «El río es bonito porque lo miras».
- Nadie se despide de ti si no quiere volver a verte.
- ¿En qué se diferencia lo que eres de lo que tienes? Quizá en nada.
- Quizá eres lo que no puedes no ser.
- —Me siento como si no fuera yo la que conduce el autobús de mi consciencia —le contesté.
- El yo es una pluralidad, pero las pluralidades pueden integrarse, ¿verdad? Piensa en un arcoíris. Es un arco de luz, pero también siete arcos de luz de diferentes colores.
- —Uno de los desafíos del dolor, tanto físico como psíquico, es que en realidad solo podemos abordarlo por medio de metáforas.
- Quizá solo soy una mentira que me susurro a mí misma.
- —Todo va bien —me dijo—. Todo va bien. Estoy aquí. No voy a marcharme.
- —Lo siento.
—Lo dices mucho.
—Lo siento mucho.
- Es una curiosa manera de decirlo, en-amorado, como si el amor fuera un mar en el que te ahogas o una ciudad en la que vives.
- —Me gustan los poemas cortos con rima extraña, porque así es la vida.
- «Las hojas se han ido también tú deberías irte».
- Por alguna razón, al mirar hacia arriba siempre siento que me caigo.
- Lo peor de estar muy solo es que piensas en todas las veces en las que has deseado que todo el mundo te dejara en paz. Y lo hacen, te dejan en paz, y te conviertes en una compañía terrible.
- Siempre decimos que estamos bajo las estrellas. No es así, por supuesto. No hay arriba ni abajo, y las estrellas nos rodean por todas partes. Pero decimos que estamos bajo las estrellas, y es bonito.
- La gravedad no es lo mismo que el cariño: solo uno de ellos es constante.
- Solo lo veía porque él me veía a mí.
- El tiempo decide cuándo piensas en él, no al contrario.
- Las mejores conversaciones son aquellas en las que ni siquiera recuerdas de qué hablasteis, solo recuerdas cómo te sentías.
- El mundo se introdujo en un túnel mientras luchaba por respirar.
- Quizá inventamos las metáforas como respuesta al miedo.
- —Tortugas hasta el puto infinito, Holmesy. Tú intentas encontrar la última tortuga, pero no funciona así.
- Lo mágico de ser solo amigos es que no puedes cortar. Creo que este rollo de ser solo amigos me ha descubierto el secreto del universo.
- Sientes que solo puedes describir lo que eres identificando lo que no eres, y vas a la deriva en un cuerpo sin control.
- Yo recuerdo lo que he imaginado, e imagino lo que recuerdo.
- Tú eliges tus finales y tus principios. Eliges el encuadre, ¿sabes? Quizá no eliges qué aparece en la foto, pero decides el encuadre.
- Estar vivo es echar de menos.
- Las espirales se hacen infinitamente pequeñas si las recorres hacia dentro, pero infinitamente grandes si las recorres hacia fuera.
- Observáis el mismo cielo juntos, y al rato él dice: «Tengo que marcharme», y tú le dices: «Adiós», y él te dice: «Adiós, Aza», y nadie se despide de ti si no quiere volver a verte.